viernes, 29 de octubre de 2010

"Comienzos del grafitti en España"

En esta sección hablaré de los inicios del graffiti en España, limitándome brevemente al movimiento de graffiti autóctono en el Madrid de los 80,   pero sobre todo me he centrado en el relato sobre, quizás, el personaje más representativo de la época: Muelle.

Muelle se impuso en el Madrid de los años ochenta sólo por su apodo convertido en leyenda, una firma donde no había demasiados propósitos artísticos. La espiral terminada en punta de flecha que hacía de vector a la lectura bajo las letras, no era apropiadamente un dibujo, sino un   letras normales y corriente con una caligrafía especial.
Tras un tiempo, no tuvo mucha suerte en aquello de colocar su creación , tener una galería, probar con otros estilos.  Muelle soñaba con tener derechos de autor, con tener un buen local y mejores instrumentos para ensayar con sus colegas del grupo de rock donde tocaba; soñaba con poder hacer en una imprenta de verdad aquellas pegatinas que  coloreaba. a mano , y soñaba buscando incansablemente un muro limpio que se viera  Sus cálculos en las estaciones del metro le crearon enemigos, tanto entre los funcionarios del metro como entre la limpieza,  había quien iba detrás para emborronar la obra o algún imitador, que siempre detectaba.
Lo que Muelle no previó jamás es que su firma se iba a quedar como parte de una geografía de la que se participa sin conciencia y con mucha prisa. La firma de Muelle se ve pero no se mira. Con algo de buena voluntad, algo habrá de conservar, que hoy, arrancar trozos de muro pintarrajeados y guardarlos, no resulta nada raro. El que tenga un Muelle que lo cuide. Ya no habrá más.
Juan Carlos Argüello, Muelle, murió a los 29 años víctima de un cáncer. El profeta de los primeros grafiteros, que adornó el Madrid de la segunda mitad de los ochenta con su peculiar marca, alumbró a toda una generación de guerreros del spray que usaban los muros de la ciudad para expresar una actitud y una ética distintas a las normales. Ahora, después de miles de pintadas, la herencia mural de Muelle es escasa. Pero el concejal de cultura está dispuesto a exhibir alguna de sus obras si recibe solicitudes para ello. Sería un homenaje al artista callejero que dió bastante trabajo a otro servicio municipal, el de Limpiezas. Un empleado de ese departamento se refería al artista callejero como "ése que puso de moda el guarrear la ciudad".
Muelle había dejado de actuar en 1993,al considerar que su "mensaje" estaba ya "agotado". Casi todas sus huellas y las de sus seguidores han sido borradas por limpiezas municipales, y los nuevos graffiteros pintan garabatos inspirados en las nuevas culturas .
Muelle se hizo, literalmente, un nombre en las calles del Madrid de la movida. A partir de 1984 difundió su mote (que arrancaba desde la escuela, por haberse hecho una bicicleta con un muelle gigante de amortiguador) por el perfil estético de la ciudad, a través de miles de pintadas. Primero en el barrio de Campamento, donde vivía. Después por todo Madrid, e incluso por toda España. Casi siempre con nocturnidad. Al principio sus obras eran meras firmas. Posteriormente empezó a sombrearlas con colores o con dimensiones de profundidad, que le hacían parecerse al estilo neoyorquino. Los años de práctica también le proporcionaron unos sólidos principios éticos. Muelle fue seleccionando sus lienzos, concentrándose en superficies muy visibles, tapias de solares o vallas publicitarias. Evitaba lugares de interés cultural o natural. Le preocupaba, incluso, el hecho de que los aerosoles que usaba se cargaran la capa de ozono. Lo suyo, como él mismo decía, era una historia carismática, democracia cultural en movimiento, corte de mangas al sistema. Voluntad de expresión de un chaval de barrio con ganas de dejar su marca, tanto plástica como sonora .
No admitía bromas al respecto: en diciembre de 1985 Muelle registró su logotipo en la propiedad industrial, y nunca permitió que su nombre quedara ligado a marca o establecimiento alguno. El dinero para el maletín repleto de rotuladores y sprays salía de su bolsillo. Incluso llegó a poner pleitos a un par de agencias de publicidad, acusándolas de haber plagiado parte de su logo. Hasta llegó a denunciar, en junio de 1988,al mismísimo ayuntamiento de Madrid, con ocasión de una ilustración en la revista Villa de Madrid que reproducía su marca.  En 1987 fue sorprendido mientras plasmaba su rúbrica sobre el pedestal de la estatua al oso y el madroño, pocas horas después del emplazamiento definitivo de ella en la entonces recién remodelada Plaza del Sol. Multado con 2500 pesetas, Muelle defendió fuertemente, como un gato callejero ante los tribunales. La repercusión de su hazaña le valió para salir en los periódicos, en una de las pocas veces en que relajó su reacia actitud hacia los medios de comunicación. Un año más tarde, cuando operarios municipales limpiaban la estatua de la Cibeles, todas las cubiertas del andamiaje que rodeaba la estatua aparecieron firmadas por él. 
Su actividad transcurrió al margen de las instituciones. Pero éstas son las únicas que pueden preservar lo que queda de su obra (después de haber destruido la mayoría), como el enorme logo en rojo que saluda a la Red de San Luis, varios metros por encima de la acera, a la altura del número 32 de la calle de la Montera. Es una de las pocas pintadas de Muelle que aún existen en la ciudad. El concejal de cultura deja abierta la puerta a la conservación de alguna pieza. Pero no es el único protagonista. Muelle también viajó con su arte fuera de Madrid y allá por donde anduvo no se recató en dejar huella. La huella del spray.

     

1 comentario:

  1. Vale, ya tengo de donde. A veces os creeis que los profesores somos tontos, pero no es así, y menos uno de Lengua que distingue el estilo a kilómetros.
    http://www.graffitigarage.com/artistas-de-graffiti/muelle.php

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